Me dispongo para componer un relato de
acordes con los tiempos. Decido que debe resultar: fascinante. Vibrante, emocionante, novedoso, moderno y postrero, inolvidable para los ojos de este siglo y dispuesto para los siglos venideros.
Una ópera para leer. Una zarzuela para entretener, una bachata para reír, un tango para sufrir!!! Algo grande.
No pierdo un segundo más, me planto ante el teclado del ordenador. Litúrgico, flexiono los dedos, quiebro las articulaciones, las estiro, sacudo las manos, cierro los ojos y desde lo alto dejo caer los dedos relajados sobre las teclas como si se tratasen de las teclas de un piano. De repente... algo me hace dudar, cierro las manos y abro los ojos. Miro alrededor y me doy cuenta de que la interrupción se debe a la misma habitación. Esta habitación no me parece, precisamente, el perfecto escenario para ello. Aunque da a la calle no tiene ventanas, no veo el firmamento. Entonces, como podré crear algo para la eternidad –me pregunto. Está bien, eso no debe ser óbice, le quito importancia y como solución decido apretar los ojos con todas mis fuerzas hasta que consigo ver estrellas...
Y eso hizo, y volvió a empezar desde el principio... Cuando simuló que millones de dedos desde lo alto -eso siempre da otro punto de vista- decidían que tecla pulsar mientras bajaban, el techo le pareció que se venía abajo -brummmm. Un montón de zapatos-clac tac clac- hacían temblar el suelo que pisaban: su techo. Miró hacia arriba, meneó la cabeza y uhmm... acabaré por mudarme, demasiada vitalidad allá arriba. Está bien, me haré el sordo –se dijo mientras se acordó de Ludwig. De nuevo, concentró los ojos delante del ordenador, hizo un esfuerzo por ver un piano, levantó las manos como pudo, esta vez no fallaré –pensó decidido. Cuando estaba a punto de rozar las teclas, algo le distrajo... un insecto. A un mosquito se le antojó participar en la composición del libreto. Zzzzzzzzzzzzzzz
La mano más rápida que su parada en vuelo, por curioso, lo atrapó, escurriendo de sangre sus entrañas. Bien, se planteó refregándose -frus, fruuusss- la mano en el pantalón, a ver si ahora sí. Tragó saliva, estiró el cuello, desplegó sus brazos y un cataplúm... púmpúm... plaff.... clamp... rrrong... rrrrrrrung... fisssssssssssssssh.... le hizo bajarlos aturdido. Se levantó para asomarse a la ventana pues le pareció que semejante estruendo procedía de la calle, pero al construir las paredes de papel –tris tras- el arquitecto no dio opción... no había ventana. Ni ascensor por averiado. Y no le quedó más remedio que abrir la puerta y bajar siete pisos de escaleras, sin protestar, para protestar contra lo que creía una violación patente contra el derecho a la intimidad del silencio de la noche. (Acabo de caer en la cuenta que siendo el protagonista la voz narrativa, cometió un desliz, no dijo que era de noche). Cuando llegó a la calle, solo alcanzó a ver cómo con agilidad se subían unas figuras de bordes fosforescentes a los bordes de un enorme camión robotizado. ¡Vaya!, la tecnología tiene sus ruidos inconvenientes -exclamó. Se dio la vuelta y subió, ahora resoplando -bufff, aggg, bufff- los siete pisos de escalones, en total unos setenta -calculó- teniendo en cuenta el doble rellano en cada piso. Bueno-se consoló- hay que mantener a punto el músculo cardíaco -tac tac tac. No hay mal que por bien no venga.
Al fin, se sentó en la silla delante de lo que le pareció ya, un organillo de feria. Sus manos con cierta pereza lo tantearon por los lados en busca de una pretendida manivela que no aparecía; se vio obligado a agachar la cabeza y doblar el cuello para visualizarla por alguna parte, al poco, tuvo que ponerse derecho, mareado, sin encontrarla. Tampoco vio farolillos de colores colgando del techo, ni trajes de faralaes que cortasen el aire al bailar los volantes.... -tampoco era abril, andábamos por noviembre- decepcionado porque asumió tener una imaginación corta, se recostó sobre el respaldo de la silla y cerró los ojos. He ahí ahora
su voz de nuevo, tengo que ausentarme un momento.
... Nunca lo conseguiré, cuando cierro los ojos veo estrellas pero no consigo abarcar el firmamento y no dejo de escuchar a pesar de hacerme el sordo. Las piernas me laten - tac tac tac- tengo agujetas en las axilas, las manos me tiemblan –bruoooo- mi imaginación se extravía en la imaginación, la inspiración la perdí por la escalera, la tecnología va por delante de mí años luz... ni siquiera encuentro una simple manivela... Mi ópera al traste... , ni zarzuela, ni bachata, ni mucho menos tango... ¿Eternidad? Dudo que llegue a mañana...
¡Eeeh!!! Estoy aquí otra vez,
él necesita descansar, está hecho polvo, pobre, no me extraña, demasiadas trabas para conseguir escribir algo, ya no digo postrero como él dijo, fue demasiado optimista o presuntuoso, me refiero a algo decente para entretener el hoy, simplemente. Estos noveles se emocionan demasiado y, claro, luego se hunden tan rápido como se emocionan... ¡Atención! Parece que vuelve en sí, a ver que hace... Se despereza -oaaa, oaaa-, flexiona los dedos, los quiebra!, estira el cuello, cierra los ojos, sacude las manos, las deja caer desde lo alto... y oooooh!! Asombroso!!! ... una sirena suena a lo lejos -uuuh, uuuhh, niiinoo, niiinoo-, los inquilinos se transparentan por la paredes -runrún-, un perro aúlla –auuuu-, un bebé llora – buaaá -, desde la calle se oye cómo una pareja discute –sí, no, no, sí- y resuenan risas que vienen de vuelta-aj, aj, aj-, y el eco de un grito desgarrado –aaarggg-, la noche parece tener insomnio..., en el escenario se hace el silencio-chisssst- ..., me sitúo en platea, abro los ojos y escucho como suena mientras lo compone, un relato muy particular: “
la melodía de lo cotidiano”.
Oíd, oíd ... Os dejo con
él ...
¡Alto! Nos hemos quedado a oscuras. ¡Qué contrariedad! No veo nada, está visto que mi jornada se alargará hoy... cómo contaros ahora... ¡Qué inseguridad!, el relato temblará porque mi voz tiembla, -bruoooo- ¡me despedirán de nuevo! -en mi contrato tengo una cláusula que dice que me opongo a narrar un relato negro bajo ninguna circunstancia. Pero esto es solo un apagón o eso parece... ¡Aaaah! Habéis oído como yo, un desesperado: clic, clic-clic, clic y luego, un ahogado: ...c li ii i c...
Uhm... qué silencio, el ratón no funciona sin luz... ¿y ese clic?... ¡No!, ¡otra vez no!,¡no lo quiero ni pensar!, ¡otra vez sin cobrar, no! – sniff. Me tranquilizaré, -om, buff, om-, puede que se deba a que nuestro protagonista le dio al interruptor o intentase prender un mechero o accionar el cuadro del registro o por suerte... se atascase el... ¡No!, ¡no lo quiero ni pensar!... Cómo puedo trabajar si no veo. Creo que me buscaré otro trabajo, esto de ser narrador de inexpertos es harto complicado y hasta puede resultar peligroso para la salud. No aguanto más, estos aspirantes en su afán de ser originales me provocarán un infarto, me voy, dimito: ¡¡Plaf!!
Cuando bajaba a oscuras, un... ¡bang!... retumbó en la escalera. Una vez en la calle levanté la vista a la ventana ... entonces recordé que ese apartamento no tenía ventana. Ni porvenir...
- ¡Piiiii!,¡uuuh, uuuh!¡niinoo, niinooo...!
mamen
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