Caminaba por la playa, junto a la orilla. El paso lento, la vista baja, sus zapatos de piel de napa marrón se hundían en la arena aún húmeda de la marea anterior. Siguió andando un buen rato, ajeno al rumor del mar y al sol que aparecía y desaparecía entre las nubes. A veces sus labios se movían, acompañados de un aleteo fugaz de las manos; entonces se detenía, alzaba la mirada y agitaba con brusquedad la cabeza. Fue en uno de esos momentos cuando descubrió al niño. Estaba de rodillas, al lado de un castillo de arena. El agua ya alcanzaba los muros y el niño cogía puñados de arena y trataba de reforzarlos. Era inútil. Las olas no cejaban en su empeño, incontenibles, cada vez más fuertes. Al final, los muros cedieron, el mar penetró en el interior, la torre se hundió y el castillo entero no tardó en convertirse en un montón informe de arena mojada. El palo que había hecho de mástil fue arrastrado por la espuma.
“Que pena ¿verdad?” dijo el hombre. El niño lo miró por un instante y, sin contestarle, cogió su pala de plástico y llenó el cubo con la arena del montón que fuera castillo. Llevó la carga unos metros más arriba de la línea de la marea, que seguía avanzando. Repitió la operación varias veces con gesto serio y concentrado. En ocasiones se detenía y, observando el progreso de su labor, canturreaba por unos segundos. Luego, con un brinco y una carrera, reanudaba su empeño. Cubo a cubo, el montón fue creciendo. Por fin, el niño posó el cubo y la pala, y dio unas vueltas en torno al montón. Lo miraba con fijeza, desde diferentes ángulos, como sopesando si había alcanzado el tamaño adecuado. Siempre con el mismo gesto grave y absorto, ahora parloteaba para sí.
El hombre le había estado contemplando en silencio, con la cabeza ladeada y un tanto abierta la boca, pero cuando el niño se puso de rodillas y metió las manos en el montón de arena, sus labios se cerraron de golpe y se arquearon en una sonrisa. Y la sonrisa no tardó en hincharse y en hacerse risa; y la risa, creciendo y creciendo, pronto explotó en carcajadas. Unas carcajadas informes; unas carcajadas incontenibles; unas carcajadas cada vez más fuertes que estremecían su cuerpo y le hacían tambalearse. El niño lo miró con los ojos abiertos de par en par, dudó por unos instantes, para de pronto salir corriendo y desaparecer playa arriba. Y allí quedaron la pala, el cubo y el nuevo montón de arena. Y también el hombre. Presa aún de las carcajadas, no advertía que las olas ya le alcanzaban y dejaban un palo en el charco donde se hundían sus zapatos de piel de napa marrón.
Ricardo Uriarte
LO NUEVO SI VIEJO, DOS VECES VIEJO
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En cada cultura y en cada época hay palabras que gozan de más prestigio que
otras. Estas palabras selectas tienen un gran carisma. Por un lado, poseen
el...
Hace 9 años
Propongo que este cuento tan simbólico, tan visual, tan expresivo… nos sirva para reflexionar sobre el tema del lector que se/nos empeña/mos en meter la vida psíquica propia en la lectura, en vez de respetar al escritor y su intención.
ResponderEliminar¿Qué nos cuenta este cuento?...Por ejemplo, ¿por qué se ríe el hombre de los zapatos de napa?. Si yo digo: por la inutilidad del esfuerzo del niño… ¿eso está escrito en el cuento, o es cosa mía?. Dudo, intento argumentar: leo claramente histeria y desesperación en esa risa. No sólo por cómo está descrita, también tenemos la reacción del niño: la risa provoca su miedo y huye. No es una risa, pues, que alivie, que regocije ¿estamos de acuerdo?. Ya al principio vimos como caminaba el hombre, bastante hundido. Y, al final, los zapatos de napa que se van mojando son cómo de árena de playa mojada, marrones.
El personaje ES ese montón de tierra desmoronada y el empeño de reconstruirle le resulta irrisorio, por inútil. Por otro lado, su risa ha impedido que, al menos hasta que suba la marea, el niño pueda reconstruir el castillo. Ël mismo ha provocado que ni una momentánea recuperación sea posible. Eso leo yo, creo que así está escrito, pero ¿Cómo lo veis vosotros?.¿Cual es la intención del gentil escritor?
O quizà el hombre ríe, al reconocer en las acciones del niño el inicio de su propia demencia....
ResponderEliminarMuy interesante y aguda tu interpretación Marián, a la que sólo veo un hueco: ¿qué significa el "palo"?
ResponderEliminarEs un hombre maduro que siente pena cuando se deshace el castillo.
ResponderEliminarY un niño (joven, ¡claro!) que mientras se está derrumbando el castillo, intenta recomponerlo y cuando ya no hay manera, se levanta, se va y construye otro. Ésto creo que está escrito y no interpreto nada. Si digo... al niño le da igual que se derrumbe el castillo porque en realidad ya sabía lo que iba a pasar cuando lo construyó y ha cumplido su objetivo. ¿Dudo si ésto es evidente o es una interpretación mía?. Los castillos se construyen en la arena mojada. Si es evidente, también lo sabe el señor de los zapatos, pero, ¿qué le pasa?, ¿se le olvidó?. Luego esas carcajadas a mi me convierten el cuento en una peli de terror, y termino pensando que está loco. No me caracterizo por leer muy bien, así que la interpretación de marián me parece estupenda, (la del montón de tierra desmoronada) incluso puedes colocar el palo con facilidad, emparejando el mástil con sus importantes zapatos. geles
Yo leo que cuenta la historia de un hombre enloquecido porque no ha conseguido construir un castillo en su vida que permanezca. Se ríe de la esperanza del niño porque le recuerda a las veces que lo intentó él. El mar deshace la arena , pero no el mástil que flota y devuelve para que vuelva a intentarlo, o quizá que el castillo es el propio hombre de arena derrumbado por el mar y el palo devuelto a sus pies. Parece que el hombre está inmerso en un círculo vicioso que lo ha llevado a perder la razón y el niño le recuerda su comienzo.
ResponderEliminarmamen
Las tres interpretaciones del cuento tienen mucho en común, se complementan y creo que son bastante acertadas.
ResponderEliminarEl "aleteo fugaz de manos", el "movimiento brusco de la cabeza", la "boca un tanto abierta", las ·carcajadas informes", sugieren que el personaje protagonista padece una enfermedad. Eso es lo único que me parece claro.
¿Pero por qué va ese hombre a la playa con "zapatos de napa marrón"? ¿Son los zapatos tan importantes como para dar título al cuento? ¿representan un objeto significativo dentro del texto?
Y respecto al niño, ¿le produce placer al hombre asustar al niño o más bien el susto es un daño colateral?
Está lleno de interrogantes este cuento; el del palo es sólo uno de ellos. ¿El final es un final abierto? ¿Se resuelven satisfactoriamente con la lectura del cuento los interrogantes que se plantean en él? ¿O persigue quizá producir una sensación de inquietud en el lector más que referir la sucesión de unos hechos concretos? ¿Existe un conflicto en este cuento? Y si existe, ¿cúal es?
Isabel.
YA SE POR QUÉ SE RIE EL HOMBRE!.. ES GENIAL: Le hace cosquillas el niño, al meter sus manos en la arena mojada: el hombre ES el montón de arena, el castillo desmoronado, destruido, anulado.
ResponderEliminarY el mástil del castillo (el palo) vuelve a su dueño. Las olas volverán a vencerle (bueno, esto último es cosa mía, lo siento)
La interpretación que he dado antes: “el hombre ES la arena” incluiría al cuento en lo que creo se llama “realismo mágico”. Estoy pensando que quizá esto sea demasiado atrevido (aunque estaría reafirmado por la aparición del palo-mástil al final “encontrando” a su dueño, es decir, el castillo de arena desmoronado = hombre). Por otro lado, la utilización de los “zapatos de napa” -similar a arena- creo que tiene la intención de sugerir tal identificación.
ResponderEliminarPrefiero abandonar la idea de un cuento mágico y situarlo en la realidad cotidiana. Siguiendo con la idea, el hombre SE SIENTE disgregado en granitos de arena. Así, leo de otra manera las cosquillas provocadas en el hombre al hurgar el niño en el montón de arena que fué el castillo. (Por cierto, cada vez que lo leo veo mas claro que LA RISA ES UNA RISA DE COSQUILLAS ¿Cómo lo veis? ¿será esa la intención del autor?).
El hombre, en su perturbación, se identifica con el montón de arena que fue el castillo y simula las cosquillas (o tal vez las siente, si tal es su desvarío). El niño es el que advierte y se cree la conexión entre la arena y el hombre y huye despavorido.
Lo llamo perturbación o desvarío, creo que demencia o locura son conclusiones exageradas para este personaje. Y también creo que no sabemos nada de las causas de tal estado (y que si las buscamos, como lectores, entraremos en ese peligro de incluir la propia vida psíquica)
Por cierto ¿Cuál sería el papel del niño?. En un cuento simbólico-psicológico, sería el reconstructor de la personalidad, el que intenta que los granitos de arena del mismo montón que constituyó la fortaleza vuelvan a reintegrarse. En el cuento cotidiano que leo, sería el inocente que cree que el hombre es la arena.
..como me gusta este autor..creo que siendo una historia común en sitios de playa,el autor consigue que la historia no sea común y el hombre que pasea sus fracasos por la playa lo hace sin dar valor a nada y cuando encuentra a solo un niño,sea este el que le ignore y consigua interesarle más que sus pensamientos, el niño también fracasa pero no lo siente como tal y vuelve a empezar hasta cuando él quiere, acabando como quiere.Le faltaba al hombre eso que el niño tiene ,libertad, y por eso no se entienden y uno ríe y el otro corre.El castillo estaba ahí, se puede volver a empezar y seguir, si se queda ahí riéndose o clamando no saldrá de su locura a no ser que empiece el castillo y puede que se acerque alguien...
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