martes, 9 de noviembre de 2010

Amor otoñal

Ya me gustaría poder contártelo, dije yo, pero la verdad es que no hay nada que contar. No sé cómo ha podido ocurrir. El caso es que han ido pasando los años y a día de hoy sigo sin estrenarme. - Ella se extrañó mucho, como es natural - Siempre he sido algo tímido, y más en mis años mozos. Nunca me atreví a requebrar a ninguna señorita, aunque haberlas hubo que me gustaron muy seriamente, y no pocas. Recurrir a los servicios de mujeres de vida alegre siempre me pareció de mal gusto, incluso poco higiénico. Al principio sufrí mucho porque pensaba que no me merecía tanta soledad, pero poco a poco fui aprendiendo a confortarme con la ayuda de mi fe y la fiel compañía de mi madre, con la que siempre me llevé a partir un piñón. - Le enseñé entonces una fotografía antigua de mi madre, que llevo siempre en la cartera, y ella me dirigió una mirada llena de comprensión - Aunque lo cierto es que yo nunca he perdido la esperanza. Espero que no te lo tomes a mal, pero hoy voy a atreverme a decirte algo que llevo varios días queriéndote decir: Maruja, tú eres la mujer de mi vida. Tienes todo lo que un hombre puede desear. Un carácter apasionado, una figura estupenda, un bonito cabello, y esos ojazos que me impresionaron desde el mismo momento en que te conocí. No dejo de agradecer el instante en que se me ocurrió acudir al Centro de Día, aunque bien sabe Dios que no esperaba encontrar a una mujer de tu categoría. El caso es que ahora estamos aquí, en este hotel confortable, rodeados por un paisaje maravilloso y comiendo y bebiendo a cuerpo de rey. Yo te respeto muchísimo, Maruja, no vayas a pensar lo contrario. Pero qué mejor ocasión para compartir los dos juntos esa primera experiencia mía de la que tanto me has pedido que te hablara.
Para mi sorpresa, Maruja accedió de buen grado. Ya han pasado unas cuantas semanas, pero todavía no tengo palabras para expresar la plenitud de lo que llegué a sentir en aquellos momentos. Ella supo guiarme con suma delicadeza por los intrincados laberintos del amor, y demostró una paciencia sin límites hasta conseguir que yo lograra aquello a lo que todo varón sano aspira desde que tiene uso de razón. No voy a entrar en detalles por pura discreción, pero de más está decir que después de habérseme resistido esta vivencia durante tanto tiempo, disfruté infinitamente de ella cuando por fin llegué a experimentarla en carne propia.
Y aquí se acaba la historia de mi primera, y de momento última vez. Pero en honor a la verdad he de decir que aunque Maruja fue muy buena conmigo, también abusó de mi inocencia. A la mañana siguiente me confesó que era casada, y que su marido gozaba de buena salud. En realidad ella sólo frecuentaba el Centro de Día movida por la posibilidad de realizar excursiones con el Inserso. Al parecer lo hacía muy de tarde en tarde. De hecho, no he vuelto a saber nada de ella desde entonces. A pesar de que durante unas semanas me consideré burlado y abandonado por la persona en la que había depositado todas mis esperanzas, guardo un inmejorable recuerdo de aquella noche. Ella, Maruja, me dio a entender que tengo un don especial, un talento innato para saber hacer feliz a una mujer, y la verdad es que tal confidencia me ha hecho adquirir una mayor confianza en mí mismo. Ahora tengo puestos los ojos en Trini, mi compañera de mus, que espero me conceda pronto la oportunidad de demostrarle que tengo todavía mucho que ofrecer.

I.O.

No hay comentarios:

Publicar un comentario