sábado, 13 de noviembre de 2010

La señora

Hoy me han hecho una entrevista, no creí que yo fuese importante. Una mujer vestida como de señora llegó a casa muy temprano y después de hablar con mi madre un rato largo quiso que yo hablara con ella a solas. Mientras le dijo a mi madre, yo desayunaba una taza grande de agua con miga de pan. Me preguntó cosas. Sobre mi padre le dije que solo lo había visto dos veces, una en un bar para conocerlo y otra en otro bar para despedirme porque dijo que se iba muy lejos a procurar fortuna. Mi madre siempre habla de dinero, de que le falta. A mí no me importa el dinero, no sé lo que es porque nunca lo he tenido. Una vez me regaló la vecina de al lado una hucha de cerdito para que lo engordara con monedas, pero el cerdito sigue estando flaco porque nunca le di de comer de esa comida. Pero no se ha muerto. Eso le digo yo a mi madre, que tampoco nosotros nos moriremos si no comemos dinero. Y entonces, ella sonríe como siempre sonríe, como con tristeza. Una vez vi reír a mi vecina con la boca abierta, como descotada, y a gritos; me pareció que estaba loca, más loca que la loca que dicen que es loca que siempre está en la solana y nos mira cuando jugamos; casi todos los niños le tienen miedo, yo no, porque solo nos mira y sonríe como mi madre. Pero mi vecina si me dio miedo, nunca había visto reírse a nadie así. La señora no sonríe de ninguna manera. Me preguntó si iba al colegio todos los días. Yo le dije que si podía salir a preguntárselo a mi madre, pero no me dejó. Fue cuando oí un portazo y empecé a sentir algo raro que hizo que empezase a moverme en la silla. Ella me decía: tranquilo, solo quiero ayudarte. Y me volvió a preguntar lo del colegio. Yo no sabía lo que era un colegio y me balanceé más en la silla. No me gustó hablar con señoras. Y me preguntó si pasaba hambre. Si me quedaba solo en casa y qué hacía en todo el día. Esa señora me preguntaba cosas que no me importaban, ella no vivía con nosotros y no sabía lo que le importaba a mi madre. No habló de dinero. De pronto, me atreví a saltar de la silla porque quería ir con mi madre y abrí la puerta y la busqué corriendo, pero no estaba. Entonces me asusté porque la señora me persiguió por la casa y no me dejó salir a la calle. Yo quería ir a la solana a jugar para que me viera la loca y me salvara de esa señora, pero ella me agarró de la mano y me obligó a acompañarla, yo llamé gritando a la vecina de al lado pero no me debió oír porque la oí reírse como ella se ríe, haciendo mucho ruido y con la boca abierta como para que le echen monedas. La señora me ha dicho que lleve el cerdito para que se lo enseñe a una madre nueva que dice que voy a tener, yo le he dicho que lo que me importa es volver con mi madre vieja porque me gusta como sonríe y no quiero que esté sola para que no le digan loca como a la loca de la solana. Yo casi nunca me río pero siempre estoy contento, menos hoy.

Mamen

2 comentarios:

  1. Los objetos y las personas iluminados por una luz como de mediodía, sin sombra, que deja los contornos definidos. La desolación sin paliativos. Me gusta mucho.

    Margarita

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  2. Toda una historia contada por quien la sufre, sin saberlo. Sabes tú (lector) mas que él y lo sufres tú (lector) mas que él. Creo que el tono está conseguidísimo. Fluido, cercano. El tono general es el de un niñuco desconcertado, los detalles, muy apropiados (por ejemplo, el del cerdito flaco)... chachi, vamos.
    Marián

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