“El amanuense”
Se sentía vacío. Era un amanuense devoto y extenuado. Desde que nació fue manos, llevaba casi toda la vida escribiendo. Los dedos jorobados y doloridos se lo recordaban constantemente. Apenas podía enderezar, ya, su caligrafía y fue expulsado. Sin piedad ni agradecimiento.
Se sintió morir. Sus manos palidecían a la vez que el resto de él. Las odió con todas sus fuerzas, creyó que le habían robado la vida. Se convenció a sí mismo que para enderezarse debía regresar al punto de partida, al punto en el que aprendió a escribir. “Perdí mi conciencia a manos de mis propias manos, tendrán que ser ellas quienes me la devuelvan antes de que mueran, si no quiero morir con ellas” -sentenció. Acto seguido se empeñó en recordar como empezó su devoción: ...de una forma mecánica los dedos aprendieron a bordar palabras con las más finas plumas, pero copiaban y copiaban y no le dieron opción siquiera a leer lo qué decían esos textos... un día tras otro... hasta la extenuación. Insistió en que tenían que ser esos dedos, los que le apartaron de su más venerada profesión y artífices de ella, los que se la devolvieran... o no... quizá hubiesen tomado un camino equivocado... toda una vida equivocada, qué sería de él en tal caso
–se preguntó. Así, hizo un esfuerzo por abandonar las manos, por no sentir el dolor de sus huesos, por no hacer caso a sus caprichos... por matarlas, sí, estaba harto de que le hurtaran la vida, concluyó que eso era lo que habían estado haciendo. A partir de ahora las mutilaría. Entonces, aprendió a leer como si fuese un niño. A comprender lo que leía como si fuese adolescente, a pensar sobre ello como si fuese adulto. Pero necesitó las manos para pasar las hojas de los libros, para apoyar la barbilla cuando se quedaba anonadado, parar rascarse la coronilla en momentos de duda... y llegó a perdonarlas con la condición de que ahora estuviesen a merced de sus necesidades, consideró que no podía vivir sin ellas después de todo... Decidió que buscaría un nuevo empleo en el que tener pulso no fuese imprescindible, aún era joven y sus brazos eran fuertes. Uhmm... contable, encofrador, arqueólogo, pescador, panadero, barbero... Dejaría de ser amanuense para ponerse en manos de qué, a manos de qué... Al cabo de un tiempo sus dedos deformados fueron enderezando su conciencia. Por fin, identificó su verdadera debilidad: escribir sus propias historias... pero eran las manos las que siguieron escribiendo a su camino de vuelta.. Sus palabras aparecían torcidas, se caían de los renglones, ocupaban los márgenes, las eses se resbalaban de los plurales y se hacían singulares, las o rara vez lo eran, las manchas de tinta estiraban las letras o la misma pluma se las comía, hermosos garabatos que bien podían ser letras de alguna lengua aún no inventada; y sorprendentemente para él, todo ello le pareció divertidísimo, sus ideas parecían volverse locas, sus pensamientos perdían el equilibrio a cada instante, comenzó a reírse muchísimo con sus dedos, con su mano entera, con sus muñecas que realmente ahora sí eran muñecas... de trapo, eran como marionetas temblando colgadas de los hilos de su pensamiento sin ningún control, y se sintió feliz, tan feliz que, ahora, se dedicó a cuidarlas: las masajeaba, les daba baños calientes y de sal, las acostaba entre algodones e incluso les llegó a cantar nanas. Y ellas agradecidas continuaron regalándole con innumerables filigranas las ocurrencias rectas de su pensamiento.
Se sintió lleno con unas manos torpes y que parecían vacías.
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μμ ^^~ m Ẽ ﻥ
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LO NUEVO SI VIEJO, DOS VECES VIEJO
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En cada cultura y en cada época hay palabras que gozan de más prestigio que
otras. Estas palabras selectas tienen un gran carisma. Por un lado, poseen
el...
Hace 9 años
Existe una dificultad muy seria en tratar en cuentos cortos periodos de tiempo muy largos. Dificultad que, para solventarla, nos puede hacer caer en la trampa del empleo excesivo de los resúmenes y el lenguaje abstracto. Creo que este cuento cae en esa trampa. Un cuento es acción, hechos, brevedad, concentración, particularidad, intensidad y tensión. Un cuento no puede limitarse a decir, debe mostrar. El lector no sólo quiere "oír" una historia quiere verla: el ojo de la cerradura. Y los resúmenes y el lenguaje general y abstracto "dicen" pero no "muestran". Un cuento no puede sobrevivir sin escenas y en este cuento no hay escenas. Incluso cuando nos vemos obligados a emplear un resumen debemos incorporar algún detalle concreto, plástico, "visual". No vale con decir que alguien es bueno, debemos ofrecer algún detalle que nos permita ver su bondad. Las manos en este cuento son un personaje protagonista, sin embargo la voz narrativa no nos deja verlas, pues, de forma continua habla de ellas en términos generales. Sólo al final - lo mejor del cuento - podemos ver lo que hacen al describirnos de forma plástica su caligrafía y al emplear la imagen de las marionetas. Eso es mostrar, no meramente decir. Por otro lado - en realidad, el mismo -, cuidado con expresiones como "se sintió vacío" "se sintió morir" o "se sintió lleno". Eso es lenguaje informativo. Lo mejor es no emplearlas. Pero, si las empleamos, debemos tener en cuenta que su utilización no nos "exime" de la necesidad de, a través del lenguaje expresivo, hacer ver al lector que el personaje "real y concretamente" se siente vacío, morir o lleno. Por último, la frase inicial de un cuento. Sin duda, la frase inicial de un cuento debe ser intrigante y sugerente para captar la atención del lector y abrirle todo un horizonte de expectativas. Pero sobre todo la frase inicial de un cuento debe sintetizar el conflicto del cuento. Creo que en este caso mejor que "Se sentía vacío", habría sido "Desde que nació fue manos".
ResponderEliminarSalud, Ramón.
El argumento del cuento me parece muy original, y el título, muy bien elegido. Tiene algunas imágenes preciosas (las referidas a las letras) y te permite imaginar la infelicidad del protagonista. A ver que tal te queda otro con más escenas.
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