Desandar el camino desde el trabajo a mi vivienda, repetir el trayecto al día siguiente por la mañana, volver a desandar ese camino... Después de varios años de hacer lo mismo, cada baldosa, cada bordillo, árbol, fuente, vitrina, me gritaba a la cara para que no volviera a pasar por allí. Al principio ni los veía, solía ir enfrascado en pensamientos propios de principiante, preocupaciones acerca del trabajo. Pero a medida que pasaba el tiempo mi mente iba más despejada, y tenía tiempo de observar esos recodos y vericuetos que recorría cada día. Una mañana de sol se me ocurrió: buscaría otros itinerarios, conocería otros mundos paralelos a este mundo pequeño que me sabía ya de corrido. No me importaba tener que salir del departamento un rato antes, o regresar más tarde. Pues ¿qué me aguardaba allí?
El primer día me perdí. Pero más adelante tenía ya establecidos seis o siete recorridos alternativos que me daban muchas satisfacciones. Unos se acercaban a la rivera del río y la chopera, otros se internaban en las callejuelas que parecían un laberinto, uno atravesaba incluso el pequeño túnel que pasaba por debajo de la vía, etc. Cuando ya conocía bien esos primeros trayectos, busqué otros nuevos, progresivamente más largos a medida que crecía el número de recorridos fijados. Iba a la caza de nuevos caminos. Día a día iban aumentando, y poco a poco fui creando un gran mapa que iba elaborando a lo largo de las semanas, los meses, los años. Toda la pared del living que recibía frontalmente la luz de la veranda estaba ocupada por ese mapa. Cada jalón, cada singladura, tenían un nombre y un código de referencia. La ciudad se iba cubriendo de una red multicolor que representaba mis trayectos desde mi departamento a mi trabajo, desde mi trabajo a mi departamento. A un costado y otro, las listas de referencias con su numeración que reflejaba las pequeñas cifras dibujadas sobre los puntos referidos. Por encima del marco superior del mapa, la clasificación esquemática de todas las rutas. Por debajo del marco inferior, los comentarios particulares correspondientes a las llamadas necesarias grafiadas en lugares conflictivos. Una auténtica obra de arte se iba construyendo a medida que el panel iba siendo rellenado con mis nuevos trayectos. Lo observaba y pensaba que el gran Pollock habría vendido su mera alma por acumular una masa de líneas con aspecto tan caótico y a la vez tan minuciosamente organizada.
El primer día me perdí. Pero más adelante tenía ya establecidos seis o siete recorridos alternativos que me daban muchas satisfacciones. Unos se acercaban a la rivera del río y la chopera, otros se internaban en las callejuelas que parecían un laberinto, uno atravesaba incluso el pequeño túnel que pasaba por debajo de la vía, etc. Cuando ya conocía bien esos primeros trayectos, busqué otros nuevos, progresivamente más largos a medida que crecía el número de recorridos fijados. Iba a la caza de nuevos caminos. Día a día iban aumentando, y poco a poco fui creando un gran mapa que iba elaborando a lo largo de las semanas, los meses, los años. Toda la pared del living que recibía frontalmente la luz de la veranda estaba ocupada por ese mapa. Cada jalón, cada singladura, tenían un nombre y un código de referencia. La ciudad se iba cubriendo de una red multicolor que representaba mis trayectos desde mi departamento a mi trabajo, desde mi trabajo a mi departamento. A un costado y otro, las listas de referencias con su numeración que reflejaba las pequeñas cifras dibujadas sobre los puntos referidos. Por encima del marco superior del mapa, la clasificación esquemática de todas las rutas. Por debajo del marco inferior, los comentarios particulares correspondientes a las llamadas necesarias grafiadas en lugares conflictivos. Una auténtica obra de arte se iba construyendo a medida que el panel iba siendo rellenado con mis nuevos trayectos. Lo observaba y pensaba que el gran Pollock habría vendido su mera alma por acumular una masa de líneas con aspecto tan caótico y a la vez tan minuciosamente organizada.
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Sin embargo, a veces me parecía que las líneas se entrecruzaban en lugares diferentes a los del día anterior, o que los puntos de referencia de pronto eran incorrectos, o que la llamada “x” no correspondía a la glosa del mismo grafismo. Alguna noche incluso me parecía que las líneas ya no estaban siempre dentro del panel, que a veces se deslizaban por el suelo para incursionar en el resto de mi vivienda. Más adelante estas impresiones pasaron a ser certezas cuando una vez desperté en medio de la noche por culpa del rumor de una línea, una línea púrpura, que colgaba del mapa y caía hasta mi alcoba. Episodios similares empezaron a sucederse con una frecuencia cada vez mayor. De noche, en ocasiones no podía distinguir el color de la línea que me visitaba, o el número exacto de la referencia que se acercaba y me rozaba la oreja como plumón. Sin embargo, sabía que su deserción no era una operación bien planificada, no seguía un criterio. Mi mapa iba derivando hacia el caos. No siempre. Por las mañanas generalmente estaba como debía estar, lo observaba cada día antes de irme. Solía tener un aspecto inocente bajo la luz del sol. Sin embargo, al caer la tarde su apariencia había cambiado, a veces imperceptiblemente, otras de manera escalofriante. Como un retrato de Dorian Grey veleidoso, solía mostrar intermitentemente una faz degenerada, decadente, amorfa. Cada vez más. Finalmente la invasión de componentes cartográficos se convirtió en algo insuperable, las sábanas mismas eran superficies llenas de paralelepípedos irregulares que representaban edificios, plazas, calles. Me he visto obligado tomar una habitación en un hotel para poder dormir. Sin embargo, creo que las líneas, los números, los cruces, han aprendido a rastrearme, me buscan, me inventan, me recorren, me organizan, me aprisionan. Incluso en este desconocido alojamiento, el más distante que he podido encontrar en la ciudad, empiezo a percibir líneas en el aire que se acercan, cifras, referencias. Mis otros caminos me han ido descubriendo, en un contraataque inexorable. Y vienen a por mí. Sé que no puedo huir. Estoy definitivamente perdido.
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José Juan Faces
¿Desde qué sentimiento se supone que narra el narrador? Desde un sentimiento de angustia: vienen a por él, no puede huir, está definitivamente perdido. ¿En qué tiempo narra el narrador con respecto a los hechos? Uno muy cercano, en realidad "en medio" de los hechos, todavía están pasando, no ha llegado el final: está en un hotel,no puede huir, vienen a por él. Con estas premisas se esperaría que el narrador emplease un tono angustiado, nervioso, afectado por el inminente hecho de ser "atrapado" por esos "otros caminos". Sin embargo, el tono del narrador es analítico, reflexivo, descriptivo, minucioso, desapasionado, incluso se permite digresiones y referencias literarias. En mi opinión el tono de la voz narrativa nos habla más de alguien que valora y enjuicia un hecho pasado hace tiempo - y por lo tanto conoce su final- , que de alguien angustiado que narra en la inmediatez de los hechos - y por lo tanto desconoce el final- . La elección de la voz narrativa es uno de los problemas centrales que debe encarar el escritor. Si elegimos la primera persona debemos valorar lo que esa elección acarrea. Si alguien narra desde el miedo, la inmediatez de los hechos y el no conocimiento de lo que va a pasar, la voz de ese alguien debe reflejar esas condiciones en el tono, en la construcción de las frases, en la forma de argumentar decir y organizar lo que dice. Creo que en este relato esto no se ha tenido en cuenta.
ResponderEliminarRamón.
Agradecido, master. El tono extremadamente frío trataba de dar una idea de resignación absoluta, mas observo que no he sabido plasmarlo adecuadamente. Reconsideraré mi estrategia.
ResponderEliminarGracias
Creo que Ramón tiene mucha razón en lo que dice. También creo que puedes llegar a escribir muy bien. Ánimo.
ResponderEliminarHola, José Juan Faces. Yo añadiría a lo dicho por Ramón que la primera parte del relato se me hace un poco demasiado larga, necesitaría alguna sugerencia de lo extraordinario que es lo que va a pasar para captar mejor la atención. Pero tengo que decir también que esos ambientes inquietantes y surrealistas que creo que consigues de forma tan eficaz me gustan mucho. Haz más.
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