sábado, 12 de diciembre de 2009

Cuentos paranoicos: " Burra"

Cuentos paranoicos

“BURRA”

Soy tipo decidido y con las ideas claras. Había leído de forma casual al principio y enfebrecida después las “Enseñanazas de D.Juan” y el resto de libros de Carlos Castaneda. Aquello cambió mi vida, entendí lo que era un guerrero del conocimiento y lo que es más importante las técnicas para avanzar en los caminos que nos convierten en seres distintos y singulares. Soy hombre metódico y apunté las características y técnicas más importantes a seguir. Destaco de forma desordenada, porque aunque metódico soy también vago, las siguientes:

- Las marchas de poder.
- Los trabajos inútiles para eliminar la importancia personal.
- El contacto con la Naturaleza.
- El tener a la muerte como compañera detrás del hombro izquierdo.
- La transgresión del yo en situaciones límites.
- La importancia de los compañeros en el viaje.
- La obediencia a D.Juan en todo tipo de situaciones de vida o muerte.
- La importancia del guerrero.
- La despersonalización.
- Los gritos y el sonido como forma de autotransporte a otras realidades.
- Perder la forma humana.
- Los linajes de guerreros.

Y un largo etcétera de consejos sabios y percepciones sutiles sobre la Naturaleza humana. Solo me faltaba en mi soledad encontrar sitio donde iniciar semejante andadura. Tuve suerte por mi situación geográfica, vivía al lado de la ciudad de Ronda. No lo dudé, entendí el mensaje, soy hombre decidido, me apunté en La Legión.
Y allí no hizo falta mucho tiempo para iniciarme en estos secretos. Me despersonalizaron nada más llegar, fue visto y no visto, me cortaron el pelo al cero y me uniformaron, adiós a mi importancia personal. Se exigía obediencia ciega al mando, siempre sabio e inescrutable en sus decisiones. Largas marchas me acompañaron esos días inolvidables, llenos de trabajos inútiles como aquellos kilómetros también inolvidables cavando zanjas y más zanjas para luego volver a taparlas. Cantando el hermoso himno de la legión que empezaba con aquellas iniciáticas palabras. “Soy el novio de la muerte...”. Era más que llevarla detrás del hombro izquierdo, era ennoviarse, aquello era demasiado. Aquí la importancia del guerrero era total, éramos seres privilegiados que vivíamos aventuras extraordinarias siempre acompañados de los linajes de guerreros que nos antecedieron y que de forma tan bella se nos exponían en los cuadros que vestían las paredes del cuartel. El compañerismo, el encuentro con el otro, convenientemente despersonalizado eran profundos, amores de camaradas en veladas acampados al descubierto donde ingeríamos si no peyote, todo lo que encontrábamos y teníamos a mano, que era abundante, muy abundante, de calidad y siempre de contrabando. Que al final no había vegetal que no hubiera pasado por nuestras pipas en nuestra busca inagotable de experiencias. Los gritos y las meditaciones eran continuas, el pensamiento se detenía ante el poder de aquellos mantras que aún no se me han borrado: “!Un, dos!, ¡Un, dos!, ¡Un ,dos!..., millones de veces repetidos hasta el agotamiento. !Un, dos!, !Un, dos!, !Un, dos!, !Un, dos!..., y que decir de la transgresión, eran continuas, la forma humana de la que hablaba Castaneda, desaparecía, vaya que si desaparecía, cagábamos y meábamos como los mulos, en cualquier sitio, y follábamos como los mulos, o sea en cualquier prostíbulo y si estaba lejos como los mulos, cogíamos a la burra que ya por aquel entonces en nuestra andadura no diferenciábamos bien, tal era nuestra capacidad de navegar por todo tipo de realidades nada ordinarias. Y bastaba con decir en una situación comprometida ¡A mi la legión! Y vaya que si se armaba. Eramos capaces entonces de pasar a toda una población a otra realidad, vaya que si pasaban. Me lo pasé de puta madre, nadie sabe lo agradecido que le estoy a Castaneda que pusiera luz a mi vida y a mi espíritu, puro espíritu legionario.

Juan G.I.

2 comentarios:

  1. Tu relato también me ha sorprendido. Me ha parecido muy imaginativo el establecer un paralelismo entre Las enseñanzas de Don Juan y la Legión y convertirlo en el argumento de un cuento. A mí nunca se me habría ocurrido. Bueno, yo creo que a casi nadie.

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  2. Perdón," se me hubiera".

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